martes, 1 de mayo de 2018

MODULACION DE LA VOZ

Modulación

CON un buen uso del énfasis ayudará al auditorio a entender bien el mensaje, pero si además introduce variedad en el volumen, el ritmo y el tono, su exposición será mucho más atractiva. Es más, revelará su sentir sobre lo que dice. Tenga presente que la actitud de usted hacia la información puede influir en la actitud de quien le escucha, sea el auditorio de una reunión o una sola persona en el ministerio del campo.
La voz humana es un instrumento maravilloso, de enormes posibilidades expresivas. Cuando se emplea bien, puede dar vida a un discurso, conmover, despertar sentimientos e inducir a actuar. Sin embargo, no es preciso que haga marcas en sus notas para indicar dónde modificar el volumen, el ritmo o el tono. Con ese procedimiento, las inflexiones de la voz suenan artificiales; en vez de infundir vida y color a la intervención, hacen que el auditorio se sienta incómodo. La buena modulación, por el contrario, brota del corazón.
Cuando se modula de la forma adecuada, no se atrae indebidamente la atención hacia uno mismo, sino que se ayuda a los oyentes a imbuirse del espíritu del discurso.
Gradúe el volumen. Una forma de variar la expresión oral consiste en graduar el volumen de la voz. Pero eso no significa que deba subirlo y bajarlo con una regularidad monótona, pues distorsionaría el significado de su mensaje. Por otra parte, si levanta la voz con mucha frecuencia, causará una impresión negativa.
El volumen debe ser adecuado a la información. Si está leyendo un mandato apremiante, como los de Revelación 14:6, 7 y Revelación 18:4, o unas palabras que expresan firme convicción, como las de Éxodo 14:13, 14, es apropiado que eleve la voz. Si el pasaje contiene una fuerte denuncia, como sucede en Jeremías 25:27-38, varíe el volumen para destacar ciertas expresiones.
Tenga en cuenta también su objetivo. ¿Desea estimular al auditorio a actuar? ¿Intenta resaltar los puntos principales de su intervención? Subir el volumen de la voz, si lo hace con prudencia, le será útil para alcanzar dichos objetivos. No obstante, pudiera resultarle contraproducente si lo que dice exige afecto y sentimiento en vez de un aumento del volumen. En la lección 11 se tratará este asunto.
Cuando se baja la voz en los momentos oportunos, se crea expectación por lo que sigue, que normalmente se pronunciará con más fuerza. Si el volumen bajo va acompañado de un tono más intenso, se logrará transmitir ansiedad o temor. El volumen reducido también sirve para indicar que lo que se dice tiene una importancia menor en el contexto. Ahora bien, si siempre se habla en voz baja, puede darse la imagen de inseguridad, falta de convicción o desinterés por el tema. Así pues, debe tenerse cuidado de no bajar el volumen indiscriminadamente.
Cambie de ritmo. En nuestras conversaciones diarias, las palabras fluyen de manera espontánea. Cuando estamos entusiasmados, tendemos a hablar más deprisa, y cuando queremos que se recuerde bien lo que decimos, reducimos la velocidad.
No obstante, la mayoría de los oradores poco experimentados no varían el ritmo. Esto se debe a que se preocupan demasiado por las palabras que van a utilizar e incluso las escriben una por una. Aunque no lean el discurso, como lo han memorizado casi en su totalidad, lo pronuncian a un ritmo constante. Para corregir este defecto, deben aprender a disertar valiéndose de un bosquejo.
No incremente el ritmo tan abruptamente que recuerde a un gato que va caminando y al ver un perro sale disparado. Tampoco hable con tanto apresuramiento que su dicción se vea afectada.
La variedad en el ritmo no se logra aumentando y aminorando la velocidad a intervalos fijos. De esa forma se resta atractivo a la información en vez de realzarla. Los cambios de ritmo deben estar en consonancia con lo que se dice, con los sentimientos que se desea comunicar y con el objetivo. Pronuncie los discursos a una velocidad moderada. Cuando quiera transmitir entusiasmo, hable más rápido, como lo hace en sus conversaciones cotidianas. También es oportuno acelerar el ritmo cuando se mencionan datos de menor importancia o cuando se narran sucesos a grandes rasgos. Así se da color a la exposición y se evita que parezca muy solemne. Por otra parte, los argumentos de más peso, las ideas principales y los puntos culminantes suelen demandar un ritmo más lento.
Varíe el tono. Imagínese que alguien estuviera tocando durante una hora una sola nota con un instrumento musical. Primero fuerte, después suave; ahora rápido, luego despacio... Aunque el volumen y el ritmo cambien, si el tono es siempre el mismo, la “música” no resulta muy placentera. De igual modo, si al hablar no variamos el tono, nuestra voz no será agradable.
Cabe señalar que los cambios en la entonación no tienen el mismo efecto en todos los idiomas. En las lenguas tonales, como el chino, las variaciones de tono cambian el significado de las palabras. Pero hasta los hablantes de tales idiomas pueden dar más variedad a sus expresiones orales si mejoran su campo de entonación, a la vez que mantienen el valor relativo de cada tono. Así, pueden hacer más agudos los tonos altos, y más graves los tonos bajos.
En los idiomas que no son tonales, los cambios de tono cumplen diversas funciones, como dar énfasis (con una elevación ligera del tono, así como del volumen), indicar tamaño o distancia, o señalar que la oración es interrogativa (con una entonación final ascendente y, en algunos idiomas, descendente).
Para expresar entusiasmo se puede elevar el tono (en las lenguas tonales se deberá ampliar el campo de entonación). La tristeza y la preocupación posiblemente exijan un tono más bajo (o un campo de entonación más reducido, en los idiomas tonales). Tales sentimientos ayudan al orador a llegar al corazón de su auditorio. Cuando desee transmitirlos, no se limite a pronunciar palabras. Demuestre por su tono de voz que le brotan del interior.
Siente las bases. ¿Por dónde debe empezar a fin de modular bien? Por la selección de ideas y datos para el discurso. Si solo escoge razonamientos o exhortaciones, le será difícil variar el sonido de la voz. Por consiguiente, analice su bosquejo y compruebe si tiene los elementos necesarios para una disertación instructiva y animada.
Supongamos que en mitad del discurso percibe que debe introducirle más variedad porque le está quedando aburrido. ¿Qué puede hacer? Cambie la forma de exponer las ideas. Por ejemplo, en vez de limitarse a hablar, invite al auditorio a abrir la Biblia junto con usted, y lea un versículo. También puede convertir una oración afirmativa en interrogativa y a continuación hacer una pausa para dar énfasis. Otra opción es incorporar una ilustración sencilla. Los oradores experimentados emplean todas estas técnicas, y usted también puede utilizarlas en la preparación de su conferencia, prescindiendo de cuánta experiencia tenga.
La modulación es la sal del discurso, por así decirlo. Empleada en la forma y la medida adecuadas, potencia considerablemente el sabor de la información y la convierte en una delicia para el auditorio.

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